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El reto de cubrir la pandemia del coronavirus y la Covid-19 llega a una Venezuela frágil por la emergencia humanitaria compleja que vive el país desde hace tres años, las dificultades para acceder a la información, la migración masiva y fuga de cerebros, así como la precariedad de internet, movilidad y dotación, en este caso, de equipos de protección. No obstante los desafíos también vemos oportunidades para hacer el mejor periodismo que podemos, dentro de las condiciones que tenemos.
Efecto Cocuyo es un medio nativo digital que surgió en 2015 en el marco de una situación que muchos creíamos eran las horas más oscuras del periodismo venezolano. En aquel momentos nos reunimos tres periodistas con amplia experiencia y tres jóvenes aun no graduados. Ahora somos un equipo fijo de 22 personas y varios colaboradores, con equipos que hacen cobertura diaria, fact checking e investigación.
En un contexto de censura, autocensura y limitaciones económicas, en Venezuela se vivió desde 2014 un proceso que algunos llamaron la primavera digital. Surgieron varias iniciativas que aún se mantienen. En contraste, se produce en el país un desmantelamiento de la industria de medios tradicionales.
Así como varios periodistas abrimos las ventanas que estaban disponibles- por el acceso a internet- , el gobierno de Nicolás Maduro decidió cerrarlas y bloquear varias iniciativas. Estos bloqueos tienen altibajos de intensidad, pero son comunes a la mayoría de los medios independientes, desde 2019, como reflejan distintos estudios.
Venezuela además vive una constante crisis política. Desde 2019 tenemos dos “presidencias”. Una que tiene el reconocimiento de más de 50 países y otra que tiene el control territorial y es considerada por organizaciones de derechos humanos como un gobierno de facto.
La llegada del Sars-Cov-2 se da entonces en un escenario de lucha política, debilidad institucional, autoritarismo, migración de talento especializado y falta de credibilidad en los voceros que asumen el control de la información.
El 13 de marzo de 2020 las autoridades del gobierno de Maduro confirmaron los dos primeros casos de coronavirus. Informan que se trata de dos viajeros que regresaron al país procedentes de España en vuelos de los días 5 y 8 de marzo. También informan de una cuarentena social en 7 regiones del país.
Al momento de escribir estas líneas se contabilizan tres personas fallecidas y 119 infectadas por el Sars-Cov-2. La contradicción más reciente, del domingo 29 de marzo, es que la última víctima mortal presentaba síntomas desde el 29 de febrero. Se desconoce si desde ese entonces era coronavirus o si tal vez por ser una persona en condición vulnerable se contagió luego de que se anunciaran los casos oficiales.
Los voceros suministran la información sólo a través de cadenas televisivas o transmisiones desde la sede del gobierno sin presencia de periodistas con derecho a preguntar.
Además, el mandatario Maduro y algunos voceros difundieron contenidos falsos sobre teorías conspirativas acerca de la creación del virus y en el caso más extremo, sobre una supuesta cura, lo cual llevó a Twitter a remover dos tuits de Maduro.
Una de nuestras líneas estratégicas es hacer periodismo con la gente. Estar cerca de las personas.
Aunque como equipo directivo habíamos previsto que las restricciones de salir de casa podían llegar, incluso antes de la oficialización de los casos, el solo anuncio, sin claridad sobre las excepciones, nos puso en un dilema: la gravedad de la pandemia nos iba a obligar a dejar las calles. Esas mismas calles que muchas familias de escasos recursos no pueden abandonar porque viven del día a día.
¿Cómo superar esas limitaciones que imponen las medidas de protección y que pueden distanciar a los periodistas de la gente, de verla directamente a los ojos por encima de las mascarillas que cubren parte de los rostros y que están obligadas a portar? ¿Cómo ir más allá de las pantallas, las redes y los teléfonos y llegar al alma de las personas que como nunca tienen mucho que decir, enseñar y compartir?
Los científicos se encargarán de explicar y producir la vacuna contra esta el COVID-19, los periodistas tenemos la responsabilidad de documentar, registrar y, sobre todo, contar lo que le está pasando a la gente, esa misma que antes del coronavirus ya vivía en emergencia humanitaria compleja.
Las redacciones de los medios físicamente han entrado en un “receso” mientras se mantengan las restricciones que obstaculizan ingresar a las instalaciones. En Efecto Cocuyo nos hemos propuesto conservar algunas de las rutinas que nos cohesionan y preservan como equipo aún en la distancia, con las reuniones vía online; atención a los requerimientos más inmediatos para una mejor producción; dotación de equipos con el propósito de asegurar mejor cobertura. Y, muy especialmente, contención al manejo de las emociones tan a flor de piel en estos días de preocupación global.
El 21 de marzo Darvinson Rojas, periodista independiente, fue sacado a la fuerza de su casa y detenido por informar sobre casos de coronavirus. Beatriz Rodríguez, directora de un diario local, también fue sacada de su casa y llevada a fiscalía a declarar por la publicación de un caso que el periódico había confirmado y publicado.
Rojas y Rodríguez son dos de los cuatro periodistas acosados y perseguidos en los primeros 15 días de cobertura. Al primero le aplicaron disposiciones de una cuestionada ley del odio, que fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente, brazo legislativo del Ejecutivo.
Venezuela está en su tercera semana de cuarentena y también bajo estado de alarma nacional, contemplado en la Constitución y que se decreta en tiempos de “catástrofes, calamidades públicas u otros acontecimientos similares que pongan seriamente en peligro la seguridad de la Nación, o de sus ciudadanos y ciudadanas”.
Este estado de alarma obliga a hacer monitoreo puntual de los derechos humanos. La Alta Comisionada de DDHH de la ONU, Michel Bachelet, en la reciente actualización de su informe, cuestionó las agresiones a los periodistas y la actuación de grupos armados simpatizantes del gobierno de Nicolás Maduro.
Nuestras métricas muestran que los usuarios están buscando contenidos de utilidad, las notas de chequeo de información y de recomendaciones encabezan los contenidos más vistos. Sin embargo, sabemos que aunque tengamos llegada a ciertos públicos, nuestro alcance no es masivo directamente
Esto nos está llevando a la búsqueda constante de canales de distribución, como son Whatsapp y Telegram, que tienen amplio uso en Venezuela y permiten enviar contenidos con poco uso de datos.
Desde Efecto Cocuyo también vimos la oportunidad de avanzar en el proyecto Venezuela Migrante que estaba pensado para ofrecer información de calidad a la diáspora venezolana ( más de cuatro millones de personas han abandonado el país en los últimos tres años). Decidimos pivotear e iniciar visibilizando a los venezolanos fuera del país y cómo estaban haciendo frente a la pandemia. Lo estamos haciendo con periodistas venezolanos migrantes en países como España, Chile, Perú, Argentina, Canadá.
Como parte de un ecosistema de medios emergentes digitales nos hemos sumado a iniciativas con otros medios para una campaña de concientización sobre lo importante que es tomarse en serio las advertencias y la cuarentena. Nos unimos para explicar a las personas lo importante de las medidas de distanciamiento social, con las etiquetas #Quedateencasa y #Tomáteloenserio, siguiendo el ejemplo de unidad de la prensa argentina. También planteamos la cooperación para no duplicar esfuerzos, ya que somos en mayoría redacciones pequeñas, de manera que podamos, compartir contenidos que cada medio ha elaborado, así ampliar el alcance.
Aún no sabemos cómo esta pandemia terminará impactando económicamente la industria de medios. Sin embargo, con tres semanas de la cobertura nacional de la COVID19 creemos que muy probablemente el impacto económico nos lleve a generar más plataformas de periodismo colaborativo, manteniendo la independencia de cada medio pero reuniendo las fortalezas de cada uno. En este momento, es una idea tal vez temeraria, pero es muy posible que algunas de las pequeñas redacciones debamos aliarnos de manera más permanentemente.
El reto de cubrir la pandemia del coronavirus y la Covid-19 llega a una Venezuela frágil por la emergencia humanitaria compleja que vive el país desde hace tres años, las dificultades para acceder a la información, la migración masiva y fuga de cerebros, así como la precariedad de internet, movilidad y dotación, en este caso, de equipos de protección. No obstante los desafíos también vemos oportunidades para hacer el mejor periodismo que podemos, dentro de las condiciones que tenemos.
Efecto Cocuyo es un medio nativo digital que surgió en 2015 en el marco de una situación que muchos creíamos eran las horas más oscuras del periodismo venezolano. En aquel momentos nos reunimos tres periodistas con amplia experiencia y tres jóvenes aun no graduados. Ahora somos un equipo fijo de 22 personas y varios colaboradores, con equipos que hacen cobertura diaria, fact checking e investigación.
En un contexto de censura, autocensura y limitaciones económicas, en Venezuela se vivió desde 2014 un proceso que algunos llamaron la primavera digital. Surgieron varias iniciativas que aún se mantienen. En contraste, se produce en el país un desmantelamiento de la industria de medios tradicionales.
Así como varios periodistas abrimos las ventanas que estaban disponibles- por el acceso a internet- , el gobierno de Nicolás Maduro decidió cerrarlas y bloquear varias iniciativas. Estos bloqueos tienen altibajos de intensidad, pero son comunes a la mayoría de los medios independientes, desde 2019, como reflejan distintos estudios.
Venezuela además vive una constante crisis política. Desde 2019 tenemos dos “presidencias”. Una que tiene el reconocimiento de más de 50 países y otra que tiene el control territorial y es considerada por organizaciones de derechos humanos como un gobierno de facto.
La llegada del Sars-Cov-2 se da entonces en un escenario de lucha política, debilidad institucional, autoritarismo, migración de talento especializado y falta de credibilidad en los voceros que asumen el control de la información.
El 13 de marzo de 2020 las autoridades del gobierno de Maduro confirmaron los dos primeros casos de coronavirus. Informan que se trata de dos viajeros que regresaron al país procedentes de España en vuelos de los días 5 y 8 de marzo. También informan de una cuarentena social en 7 regiones del país.
Al momento de escribir estas líneas se contabilizan tres personas fallecidas y 119 infectadas por el Sars-Cov-2. La contradicción más reciente, del domingo 29 de marzo, es que la última víctima mortal presentaba síntomas desde el 29 de febrero. Se desconoce si desde ese entonces era coronavirus o si tal vez por ser una persona en condición vulnerable se contagió luego de que se anunciaran los casos oficiales.
Los voceros suministran la información sólo a través de cadenas televisivas o transmisiones desde la sede del gobierno sin presencia de periodistas con derecho a preguntar.
Además, el mandatario Maduro y algunos voceros difundieron contenidos falsos sobre teorías conspirativas acerca de la creación del virus y en el caso más extremo, sobre una supuesta cura, lo cual llevó a Twitter a remover dos tuits de Maduro.
Una de nuestras líneas estratégicas es hacer periodismo con la gente. Estar cerca de las personas.
Aunque como equipo directivo habíamos previsto que las restricciones de salir de casa podían llegar, incluso antes de la oficialización de los casos, el solo anuncio, sin claridad sobre las excepciones, nos puso en un dilema: la gravedad de la pandemia nos iba a obligar a dejar las calles. Esas mismas calles que muchas familias de escasos recursos no pueden abandonar porque viven del día a día.
¿Cómo superar esas limitaciones que imponen las medidas de protección y que pueden distanciar a los periodistas de la gente, de verla directamente a los ojos por encima de las mascarillas que cubren parte de los rostros y que están obligadas a portar? ¿Cómo ir más allá de las pantallas, las redes y los teléfonos y llegar al alma de las personas que como nunca tienen mucho que decir, enseñar y compartir?
Los científicos se encargarán de explicar y producir la vacuna contra esta el COVID-19, los periodistas tenemos la responsabilidad de documentar, registrar y, sobre todo, contar lo que le está pasando a la gente, esa misma que antes del coronavirus ya vivía en emergencia humanitaria compleja.
Las redacciones de los medios físicamente han entrado en un “receso” mientras se mantengan las restricciones que obstaculizan ingresar a las instalaciones. En Efecto Cocuyo nos hemos propuesto conservar algunas de las rutinas que nos cohesionan y preservan como equipo aún en la distancia, con las reuniones vía online; atención a los requerimientos más inmediatos para una mejor producción; dotación de equipos con el propósito de asegurar mejor cobertura. Y, muy especialmente, contención al manejo de las emociones tan a flor de piel en estos días de preocupación global.
El 21 de marzo Darvinson Rojas, periodista independiente, fue sacado a la fuerza de su casa y detenido por informar sobre casos de coronavirus. Beatriz Rodríguez, directora de un diario local, también fue sacada de su casa y llevada a fiscalía a declarar por la publicación de un caso que el periódico había confirmado y publicado.
Rojas y Rodríguez son dos de los cuatro periodistas acosados y perseguidos en los primeros 15 días de cobertura. Al primero le aplicaron disposiciones de una cuestionada ley del odio, que fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente, brazo legislativo del Ejecutivo.
Venezuela está en su tercera semana de cuarentena y también bajo estado de alarma nacional, contemplado en la Constitución y que se decreta en tiempos de “catástrofes, calamidades públicas u otros acontecimientos similares que pongan seriamente en peligro la seguridad de la Nación, o de sus ciudadanos y ciudadanas”.
Este estado de alarma obliga a hacer monitoreo puntual de los derechos humanos. La Alta Comisionada de DDHH de la ONU, Michel Bachelet, en la reciente actualización de su informe, cuestionó las agresiones a los periodistas y la actuación de grupos armados simpatizantes del gobierno de Nicolás Maduro.
Nuestras métricas muestran que los usuarios están buscando contenidos de utilidad, las notas de chequeo de información y de recomendaciones encabezan los contenidos más vistos. Sin embargo, sabemos que aunque tengamos llegada a ciertos públicos, nuestro alcance no es masivo directamente
Esto nos está llevando a la búsqueda constante de canales de distribución, como son Whatsapp y Telegram, que tienen amplio uso en Venezuela y permiten enviar contenidos con poco uso de datos.
Desde Efecto Cocuyo también vimos la oportunidad de avanzar en el proyecto Venezuela Migrante que estaba pensado para ofrecer información de calidad a la diáspora venezolana ( más de cuatro millones de personas han abandonado el país en los últimos tres años). Decidimos pivotear e iniciar visibilizando a los venezolanos fuera del país y cómo estaban haciendo frente a la pandemia. Lo estamos haciendo con periodistas venezolanos migrantes en países como España, Chile, Perú, Argentina, Canadá.
Como parte de un ecosistema de medios emergentes digitales nos hemos sumado a iniciativas con otros medios para una campaña de concientización sobre lo importante que es tomarse en serio las advertencias y la cuarentena. Nos unimos para explicar a las personas lo importante de las medidas de distanciamiento social, con las etiquetas #Quedateencasa y #Tomáteloenserio, siguiendo el ejemplo de unidad de la prensa argentina. También planteamos la cooperación para no duplicar esfuerzos, ya que somos en mayoría redacciones pequeñas, de manera que podamos, compartir contenidos que cada medio ha elaborado, así ampliar el alcance.
Aún no sabemos cómo esta pandemia terminará impactando económicamente la industria de medios. Sin embargo, con tres semanas de la cobertura nacional de la COVID19 creemos que muy probablemente el impacto económico nos lleve a generar más plataformas de periodismo colaborativo, manteniendo la independencia de cada medio pero reuniendo las fortalezas de cada uno. En este momento, es una idea tal vez temeraria, pero es muy posible que algunas de las pequeñas redacciones debamos aliarnos de manera más permanentemente.