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Nueve horas duró el abrazo colectivo FotoXWesley, cuatro horas más de lo planeado: la subasta tuvo que suspenderse porque el Centro de la Imagen estaba por cerrar. A pesar del ritmo continuado y sin pausas del subastador y de los fotoreporteros devenidos en sus ayudantes, decenas de cuadros no pudieron ser exhibidos y vendidos. Ninguna jornada hubiera alcanzado para abarcar tanta solidaridad donada por los fotoperiodistas de México y de otras partes del mundo que apoyaron con 280 imágenes a su colega neoyorquino Wesley Bocxe, quien perdió a su esposa Elizabeth Esguerra, dedicada a enseñar fotografía, y resultó herido y perdió su casa. La hija de ambos –de cinco años-está viva.
Fueron nueve horas de ese abrazo comunitario tan necesitado después del terremoto, ambos proporcionales en intensidad, y que la comunidad de fotoperiodistas nos convidó el pasado sábado 28 de octubre en la ciudad de México a quienes apoyamos con nuestra asistencia para hacernos partícipes de ese duelo festivo celebratorio de la vida, de ese acto de amor por un colega en dificultades, de esta ceremonia de bienvenida a la etapa de la recuperación post-sismo.
Al corte de caja se informó que 441 mil pesos (24,500 dólares) habían sido recabados durante esa tarde emotiva, cardiaca, divertida, conmovedora, aderezada con mezcal, en la que se pusieron a la venta obras que inspiraban del puro saborearlas con la mirada. Pero el éxito –si es que la palabra aplica para un abrazo- no se puede medir en dinero.
La jornada tuvo momentos que no quedaron plasmados en cámaras, sí en el corazón, como cuando se informó que Wesley había sido conectado unos minutos para que viera la transmisión desde el hospital lo que generó que los amigos (quienes lo conocían, o no, antes del sismo) se volcaran al ojo de la cámara de transmisión aplaudiendo emocionados y gritando ‘ánimo, ánimo’ al hombre que tiene que aprender a levantarse de los escombros de lo que era su vida. Ese fue el único momento en el que el ritmo del concurso se detuvo y el subastador guardó silencio.
En el patio del museo un amigo del fotógrafo estadounidense mostraba emocionado a dos mujeres desconocidas sentadas a su lado la fotografía que tomó al aludido un día antes en el hospital, de pie, apoyado por aparatos.
La pieza que resultó ser la reina de la tarde fue una fotografía original de Frida Kahlo, tomada por Juan Guzmán en 1950, donde se observa a la pintora en una cama del hospital inglés, los pinceles detrás; ella enfundada en su pesado corsé pintado como si fuera lienzo y que le detenía la columna atrofiada por un accidente; un espejo en la mano, el pelo recogido en su característicos grandes moños, la piel tan pálida que parece muñeca de cera con rostro manso y mirada perdida en otro universo.
En una puja intensa, cardiaca, que arrancó gritos nerviosos del público, el martillo dictaminó que la oferta de 27 mil pesos (1,500 dólares) era la ganadora.
El momento más emotivo fue cuando una mujer lloró de emoción cuando el martillo la declaró ganadora. Entre aplausos de emoción le abrieron paso para que saludara a quien atrapó con su lenta ese instante –el freelance Pedro Mera, sentado entre el público- y lo abrazó llorando, le dijo cosas al oído.
La imagen por la que peleó con todo fue la que inmortaliza el rescate a muchas manos de un joven sacado de entre los escombros el pasado 19s, la imagen que se convirtió en el emblema del sismo y que captó la esencia del alma mexicana volcada a las calles para ayudar.
Esa foto rompió un primer récord en precio: 22 mil 500 pesos (1,250 dólares).
La ganadora explicó después que ella trabaja en Protección Civil de la Delegación Benito Juárez y que sus compañeros participaron en ese rescate –suyas son seguramente las manos alzadas en esa foto, quizás los rostros. Ella estaba en el momento en el que su equipo salvó a ese joven de la muerte y vio al fotógrafo anónimo que captó el instante. Cuando reanudaron la búsqueda de gente ella le pidió a él sus datos, pero no encontró más el papel. Los siguientes días vio publicado en muchos medios ese instante compartido en el que le arrebataban una vida a la muerte.
A Pedro Mera lo reencontró en la subasta y le pidió que le dedicara la imagen.
Pedro conocía a Wesley por la ropa que diseñó para fotoperiodistas permitiendo que lleven las manos libres para cualquier emergencia, la cual vende para facilitarles su trabajo.
El año pasado, después de una carrera de 22 años como fotoperiodista, Pedro decidió retirarse y dedicarse a hacer imagen corporativa. Pero el día del temblor sintió “el cosquilleo” de quien no puede escaparse del oficio, por instinto tomó su cámara, salió de su casa, caminó unas cuadras y encontró un edificio derrumbado donde unas 150 personas estaban ayudando a levantar escombros, y donde se tenían detectados a dos sobrevivientes.
Él se ubicó en el sitio. Esperó el rescate. Le sorprendió que todos querían ayudar a sacar al primer sobreviviente, un joven llamado Pablo. Miró las manos de la gente deseando sostener esa camilla que se abría paso. Cerró el encuadre para enfocar ese detalle. Lo capturó.
La foto, distribuida por Getty Images, fue publicada ese mismo día en todo el mundo.
Cuatro días después, el sábado 22, Pedro se dio un respiro para revisar su archivo, miró la foto y decidió pasarla de horizontal a vertical, le recortó los extremos, la convirtió a blanco y negro y la subió a su Instagram. Al día siguiente descubrió que la imagen se había viralizado, miles de personas la compartían.
“El domingo me di cuenta que la gente la estaba adoptando como la imagen que representa todo lo positivo que se había generado después del sismo”, explica el fotógrafo para esta nota. La gente ya la había adoptado como la foto oficial del 19s.
Treinta y dos años antes, en el terremoto del 19 de septiembre de 1985, fue Wesley quien inmortalizó esos rescates cuando trabajaba con la agencia Reuters. Sus fotografías de los edificios caídos, los rescates, los heridos, fueron vistas en todo el mundo.
El pasado 19 de septiembre, el veterano fotógrafo estaba con su esposa Elizabeth en su departamento en el séptimo piso del edificio de Ámsterdam esquina con Laredo en La Condesa -su hija, en la escuela- y al sentir el movimiento de la tierra corrieron hacia el techo por las escaleras de caracol: él fue rescatado con vida, el edificio prácticamente lo aventó, ella no tuvo suerte.
Los fotoperiodistas amigos que cubrían la tragedia, al enterarse, pasaban cada tanto por la montaña de escombros de lo que fue el conocido edificio dela pareja que visitaban para comprar chalecos o bolsas de la marca Newswear que fabricaban y vendían.
Varios colegas pasaron días y noches haciendo guardia en espera de que sus amigos fueran rescatados. Con impotencia miraban cómo entre las piedras, entre los escombros, estaba esparcido el estropeado archivo fotográfico de su amigo que había cubierto las distintas guerras e invasiones de Estados Unidos en diferentes partes del mundo. También descubrieron que las bolsas ajustadas a las caderas que Wesley había diseñado para facilitar el trabajo de la tribu de fotoperiodistas, eran utilizadas por rescatistas para colocar su herramienta, sus celulares, igual que los fotógrafos en sus coberturas más difíciles.
Cuando supieron que él estaba hospitalizado y ella no aparecía, se mantuvieron en guardia, algunos aprovecharon sus idas a la morgue y a hospitales para preguntar por ella. Hasta que la localizaron. Pidieron que no se difundiera la noticia de su muerte –un secreto guardado entre periodistas por varios días- para que la salud del herido no recayera al enterarse de la noticia a través de los medios.
Días después surgió la iniciativa FotoxWesley a la que respondieron 240 fotógrafos mexicanos, y de Perú, Chile, Estados Unidos y Argentina donando una foto enmarcada. Otros periodistas están dedicados a restaurar el archivo fotográfico de Wesley, lo que pudo ser salvado de entre los escombros.
Esta es la tercer subasta que han realizado los fotógrafos mexicanos en solidaridad con colegas. La primera fue FotoxGoyo, en 2014, para conseguir recursos para los huérfanos y la viuda del periodista Gregorio Jiménez, asesinado en Veracruz dentro de la ola expansiva de la muerte de periodistas en ese estado; la siguiente, en 2015, fue FotoxRubén, en solidaridad con la familia del fotógrafo Rubén Espinosa, refugiado en la ciudad de México queriendo escapar de lo que sabía que era una sentencia de muerte por su trabajo en Veracruz. Esta es la tercera vez que utilizan esa fórmula.
Como en la fotografía del rescate de Pedro Mera, la comunidad de fotoperiodistas extendió los brazos para rescatar de la desventura a un colega, como antes lo hizo para abrazar la familia de un colega asesinado y para pagar el entierro de otro. Solidarios, dando a muchos otros la oportunidad de solidarizarse.
Nueve horas duró el abrazo colectivo FotoXWesley, cuatro horas más de lo planeado: la subasta tuvo que suspenderse porque el Centro de la Imagen estaba por cerrar. A pesar del ritmo continuado y sin pausas del subastador y de los fotoreporteros devenidos en sus ayudantes, decenas de cuadros no pudieron ser exhibidos y vendidos. Ninguna jornada hubiera alcanzado para abarcar tanta solidaridad donada por los fotoperiodistas de México y de otras partes del mundo que apoyaron con 280 imágenes a su colega neoyorquino Wesley Bocxe, quien perdió a su esposa Elizabeth Esguerra, dedicada a enseñar fotografía, y resultó herido y perdió su casa. La hija de ambos –de cinco años-está viva.
Fueron nueve horas de ese abrazo comunitario tan necesitado después del terremoto, ambos proporcionales en intensidad, y que la comunidad de fotoperiodistas nos convidó el pasado sábado 28 de octubre en la ciudad de México a quienes apoyamos con nuestra asistencia para hacernos partícipes de ese duelo festivo celebratorio de la vida, de ese acto de amor por un colega en dificultades, de esta ceremonia de bienvenida a la etapa de la recuperación post-sismo.
Al corte de caja se informó que 441 mil pesos (24,500 dólares) habían sido recabados durante esa tarde emotiva, cardiaca, divertida, conmovedora, aderezada con mezcal, en la que se pusieron a la venta obras que inspiraban del puro saborearlas con la mirada. Pero el éxito –si es que la palabra aplica para un abrazo- no se puede medir en dinero.
La jornada tuvo momentos que no quedaron plasmados en cámaras, sí en el corazón, como cuando se informó que Wesley había sido conectado unos minutos para que viera la transmisión desde el hospital lo que generó que los amigos (quienes lo conocían, o no, antes del sismo) se volcaran al ojo de la cámara de transmisión aplaudiendo emocionados y gritando ‘ánimo, ánimo’ al hombre que tiene que aprender a levantarse de los escombros de lo que era su vida. Ese fue el único momento en el que el ritmo del concurso se detuvo y el subastador guardó silencio.
En el patio del museo un amigo del fotógrafo estadounidense mostraba emocionado a dos mujeres desconocidas sentadas a su lado la fotografía que tomó al aludido un día antes en el hospital, de pie, apoyado por aparatos.
La pieza que resultó ser la reina de la tarde fue una fotografía original de Frida Kahlo, tomada por Juan Guzmán en 1950, donde se observa a la pintora en una cama del hospital inglés, los pinceles detrás; ella enfundada en su pesado corsé pintado como si fuera lienzo y que le detenía la columna atrofiada por un accidente; un espejo en la mano, el pelo recogido en su característicos grandes moños, la piel tan pálida que parece muñeca de cera con rostro manso y mirada perdida en otro universo.
En una puja intensa, cardiaca, que arrancó gritos nerviosos del público, el martillo dictaminó que la oferta de 27 mil pesos (1,500 dólares) era la ganadora.
El momento más emotivo fue cuando una mujer lloró de emoción cuando el martillo la declaró ganadora. Entre aplausos de emoción le abrieron paso para que saludara a quien atrapó con su lenta ese instante –el freelance Pedro Mera, sentado entre el público- y lo abrazó llorando, le dijo cosas al oído.
La imagen por la que peleó con todo fue la que inmortaliza el rescate a muchas manos de un joven sacado de entre los escombros el pasado 19s, la imagen que se convirtió en el emblema del sismo y que captó la esencia del alma mexicana volcada a las calles para ayudar.
Esa foto rompió un primer récord en precio: 22 mil 500 pesos (1,250 dólares).
La ganadora explicó después que ella trabaja en Protección Civil de la Delegación Benito Juárez y que sus compañeros participaron en ese rescate –suyas son seguramente las manos alzadas en esa foto, quizás los rostros. Ella estaba en el momento en el que su equipo salvó a ese joven de la muerte y vio al fotógrafo anónimo que captó el instante. Cuando reanudaron la búsqueda de gente ella le pidió a él sus datos, pero no encontró más el papel. Los siguientes días vio publicado en muchos medios ese instante compartido en el que le arrebataban una vida a la muerte.
A Pedro Mera lo reencontró en la subasta y le pidió que le dedicara la imagen.
Pedro conocía a Wesley por la ropa que diseñó para fotoperiodistas permitiendo que lleven las manos libres para cualquier emergencia, la cual vende para facilitarles su trabajo.
El año pasado, después de una carrera de 22 años como fotoperiodista, Pedro decidió retirarse y dedicarse a hacer imagen corporativa. Pero el día del temblor sintió “el cosquilleo” de quien no puede escaparse del oficio, por instinto tomó su cámara, salió de su casa, caminó unas cuadras y encontró un edificio derrumbado donde unas 150 personas estaban ayudando a levantar escombros, y donde se tenían detectados a dos sobrevivientes.
Él se ubicó en el sitio. Esperó el rescate. Le sorprendió que todos querían ayudar a sacar al primer sobreviviente, un joven llamado Pablo. Miró las manos de la gente deseando sostener esa camilla que se abría paso. Cerró el encuadre para enfocar ese detalle. Lo capturó.
La foto, distribuida por Getty Images, fue publicada ese mismo día en todo el mundo.
Cuatro días después, el sábado 22, Pedro se dio un respiro para revisar su archivo, miró la foto y decidió pasarla de horizontal a vertical, le recortó los extremos, la convirtió a blanco y negro y la subió a su Instagram. Al día siguiente descubrió que la imagen se había viralizado, miles de personas la compartían.
“El domingo me di cuenta que la gente la estaba adoptando como la imagen que representa todo lo positivo que se había generado después del sismo”, explica el fotógrafo para esta nota. La gente ya la había adoptado como la foto oficial del 19s.
Treinta y dos años antes, en el terremoto del 19 de septiembre de 1985, fue Wesley quien inmortalizó esos rescates cuando trabajaba con la agencia Reuters. Sus fotografías de los edificios caídos, los rescates, los heridos, fueron vistas en todo el mundo.
El pasado 19 de septiembre, el veterano fotógrafo estaba con su esposa Elizabeth en su departamento en el séptimo piso del edificio de Ámsterdam esquina con Laredo en La Condesa -su hija, en la escuela- y al sentir el movimiento de la tierra corrieron hacia el techo por las escaleras de caracol: él fue rescatado con vida, el edificio prácticamente lo aventó, ella no tuvo suerte.
Los fotoperiodistas amigos que cubrían la tragedia, al enterarse, pasaban cada tanto por la montaña de escombros de lo que fue el conocido edificio dela pareja que visitaban para comprar chalecos o bolsas de la marca Newswear que fabricaban y vendían.
Varios colegas pasaron días y noches haciendo guardia en espera de que sus amigos fueran rescatados. Con impotencia miraban cómo entre las piedras, entre los escombros, estaba esparcido el estropeado archivo fotográfico de su amigo que había cubierto las distintas guerras e invasiones de Estados Unidos en diferentes partes del mundo. También descubrieron que las bolsas ajustadas a las caderas que Wesley había diseñado para facilitar el trabajo de la tribu de fotoperiodistas, eran utilizadas por rescatistas para colocar su herramienta, sus celulares, igual que los fotógrafos en sus coberturas más difíciles.
Cuando supieron que él estaba hospitalizado y ella no aparecía, se mantuvieron en guardia, algunos aprovecharon sus idas a la morgue y a hospitales para preguntar por ella. Hasta que la localizaron. Pidieron que no se difundiera la noticia de su muerte –un secreto guardado entre periodistas por varios días- para que la salud del herido no recayera al enterarse de la noticia a través de los medios.
Días después surgió la iniciativa FotoxWesley a la que respondieron 240 fotógrafos mexicanos, y de Perú, Chile, Estados Unidos y Argentina donando una foto enmarcada. Otros periodistas están dedicados a restaurar el archivo fotográfico de Wesley, lo que pudo ser salvado de entre los escombros.
Esta es la tercer subasta que han realizado los fotógrafos mexicanos en solidaridad con colegas. La primera fue FotoxGoyo, en 2014, para conseguir recursos para los huérfanos y la viuda del periodista Gregorio Jiménez, asesinado en Veracruz dentro de la ola expansiva de la muerte de periodistas en ese estado; la siguiente, en 2015, fue FotoxRubén, en solidaridad con la familia del fotógrafo Rubén Espinosa, refugiado en la ciudad de México queriendo escapar de lo que sabía que era una sentencia de muerte por su trabajo en Veracruz. Esta es la tercera vez que utilizan esa fórmula.
Como en la fotografía del rescate de Pedro Mera, la comunidad de fotoperiodistas extendió los brazos para rescatar de la desventura a un colega, como antes lo hizo para abrazar la familia de un colega asesinado y para pagar el entierro de otro. Solidarios, dando a muchos otros la oportunidad de solidarizarse.