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People carry candles during a vigil calling for Ricardo Rossello, the Governor of Puerto Rico, to step down on July 23, 2019 in Old San Juan, Puerto Rico. Thousands went to the streets to call on Gov. Rosselló to step down after a group chat was exposed that included misogynistic and homophobic comments Photo by Joe Raedle/Getty Images

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La Perla del Sur, uno de los pocos medios independientes en Puerto Rico que cubría las noticias fuera del lente capitalino de San Juan, anunció en junio que imprimía su última edición. Después de cuatro décadas de circulación, fue incapaz de superar una reducción de ingresos por los pasados cinco años, que dejó al periódico con ediciones de solo 12 páginas, lejos de las 80 páginas que llegó a promediar en sus tiempos de gloria. 

El cierre del semanario La Perla del Sur dejó a los lectores de su ciudad, Ponce, y del resto de la zona sur de la isla, lamentando la pérdida de uno de los pocos periódicos puertorriqueños que fiscalizan al poder desde una óptica regional. A La Perla, se le reconocía en la zona, por ejemplo, por darle seguimiento a la disposición irregular de cenizas tóxicas en vertederos del sur, provenientes de una planta carbonera cercana, y de las manifestaciones de la comunidad en contra de esta práctica. Los periodistas puertorriqueños, por su parte, lamentaron la pérdida de un medio más, y, también, de un ejemplo de trabajo serio y riguroso que en los últimos años había cosechado el reconocimiento de la industria, con premios para sus coberturas y el respeto de los colegas.

Pero solo tres meses después del cierre, una noticia sorprendente se regó por las redes: La Perla del Sur renacía, con nuevos dueños y ahora solo como un medio digital, pero con los mismos periodistas a cargo de sus coberturas y una propuesta de financiación poco habitual en la prensa de Puerto Rico.

Se trata de uno de los ejemplos más recientes de iniciativas periodísticas independientes en Puerto Rico que sueñan con existir –y persistir– para informar a una población que, al igual que estos proyectos, intenta sobrevivir en una época marcada por desastres naturales, económicos y políticos. En los últimos cinco años, los puertorriqueños enfrentaron el catastrófico huracán María, un movimiento social que derrocó al gobernador, una ristra de terremotos que sacudió por semanas la costa sur del país, una pandemia global y, hace solo unos meses, las lluvias históricas e inundaciones que dejó el no tan potente huracán Fiona. Todo esto, en medio de una crisis fiscal de casi dos décadas, y una bancarrota gubernamental que ha traído austeridad y recortes de servicios públicos.

Omar Alfonso, periodista de La Perla del Sur por 30 años y actual editor ejecutivo de la nueva versión del periódico ponceño, es optimista sobre el futuro del proyecto. Un empresario local compró los derechos del nombre del semanario a la familia de su fundador, Juan Nogueras de la Cruz. “Había una discordancia entre el progreso editorial y el avance comercial. Por un lado, iba ascendiendo la reputación editorial del medio, pero, por el otro lado, se iba sangrando la empresa, porque no había compensación”.

Ahora, en lugar de depender de anuncios publicitarios, La Perla del Sur está operando bajo un modelo de financiación híbrido, que incluye aportaciones fijas y mensuales de empresas y entidades locales que llaman “patrocinadores” —similar al que utiliza el estadounidense Public Broadcasting Service o PBS— y al ingreso que aspiran obtener organizando eventos y actividades especiales relacionadas con su cobertura y con temas de interés para la comunidad. La intención es que este modelo les permita contar con los recursos necesarios para pagar a los cuatro periodistas que trabajan a tiempo completo y a los cerca de 20 contratistas y colaboradores mientras garantizan el funcionamiento del periódico durante todo el año.

“La pérdida de La Perla del Sur provocó un impacto en la zona, y había instituciones que dijeron: ‘qué es lo que hay que hacer para que regrese’”, dice Alfonso. En su nueva etapa, los reporteros de La Perla del Sur han documentado el estancamiento de la reconstrucción en los pueblos más devastados por los terremotos de 2020. En Peñuelas, al suroeste de isla, más de 500 casas que quedaron inhabitables siguen aún sin ser demolidas, y tres años después del desastre, las familias que vivían en ellas esperan por el gobierno para poder reconstruir y retomar su vida en sus comunidades.

Pero no todos los medios independientes que han surgido en estos años en Puerto Rico se basan en proyectos o modelos conocidos. Las necesidades de información y de fiscalización que han provocado los desastres, la crisis fiscal y, al mismo tiempo, la desaparición o reducción de espacios informativos en la televisión, la radio y la prensa escrita, han insuflado en los periodistas la creación de proyectos especializados — muchos de ellos, digitales y de nicho.

La periodista y profesora de periodismo Amary Santiago Torres recuerda que, dos meses después del huracán María, cuando aún la mayoría de la isla estaba sin servicio de electricidad y la crisis de acceso a servicios básicos acuciaba, se reunió con su amiga y colega Cristina del Mar Quiles para responder una pregunta crucial: ¿cómo luce el medio en el que quisiéramos trabajar? 

Ambas conocían desde dentro las redacciones de los medios tradicionales –Santiago Torres trabajó por 17 años en el periódico Primera Hora, de donde salió en 2015 tras aceptar una oferta de retiro temprano; Quiles renunció en 2016 a su empleo en esa misma redacción—. Se dieron cuenta de que el lugar donde soñaban trabajar no existía en ese momento en Puerto Rico. Decidieron entonces fundar Todas para cubrir el impacto de las crisis que se acumulaban en la isla —y las respuestas que proponen las comunidades— desde una óptica feminista.

“Viendo ese panorama, todos los despidos que hay y cómo se siguen cerrando las oportunidades, nosotras decidimos que queríamos crear esa oportunidad, y siempre pensando en grande”, dice Santiago Torres, y recordó que, al momento de diseñar el proyecto, utilizaron como guía el trabajo de otras publicaciones latinoamericanas, como LatFem, de Argentina, y GK, de Ecuador. 

Un año después de esa reunión, en noviembre de 2018, Todas publicó sus primeras historias, coincidiendo con un reclamo colectivo en Puerto Rico para la declaración de un estado de emergencia por la violencia contra las mujeres. Mientras expertas advertían en los medios de comunicación sobre el riesgo de aumento de los casos de violencia de género después de un desastre como el huracán María, Todas publicó un reportaje acerca de la ausencia de datos oficiales fiables sobre casos de violencia sexual contra las mujeres. Santiago Torres dice que, de inmediato, fue evidente la necesidad que había de un medio como el que estaban creando —cuentan ya con más de 40,000 seguidores en redes sociales—, pero esa avidez de la gente ha sido un reto para una publicación tan joven.

“La gente nos dio esa aprobación, compartiendo nuestras historias y pidiendo más cobertura… pero caímos en un diarismo que no era lo que habíamos planificado. Estamos tratando de ir alejándonos de ese diarismo porque es que no damos abasto”, explicó Santiago Torres. Actualmente, se enfocan más en reportajes en profundidad que, idealmente, deben publicar semanalmente o cada dos semanas, y en investigaciones de largo alcance.

A pesar de la acogida que ha tenido el medio, las fundadoras de Todas todavía trabajan de manera voluntaria, y Santiago Torres reconoce que el crecimiento, aunque constante, ha sido paulatino. Pero ella cree en el modelo que han desarrollado, porque ya comienza a ver los frutos. 

Todas, a diferencia de muchos medios independientes, sigue un modelo con fines de lucro, que combina las subvenciones de entidades filantrópicas y donaciones directas de sus lectores con los ingresos de Equilátera, una agencia de contenidos cuyos beneficios van en su totalidad para financiar el proyecto periodístico. Santiago Torres, quien dirige Equilátera, dice que la redacción defiende su independencia editorial ciñéndose a la ética periodística y asegurándose de que, si tienen que cubrir una historia sobre alguno de los clientes de la agencia, la reportera asignada no haya trabajado ningún contenido comercial relacionado con esa fuente. Además, Equilátera no acepta contrataciones gubernamentales.

“Es muy fuerte, porque estamos haciendo un trabajo para sostener otro trabajo”, reconoce Santiago Torres. A través de Equilátera, han creado reportajes para medios locales, para organizaciones sin fines de lucro o privadas, y planifican, también, dar servicios de manejo de redes. “Hemos tratado de diversificar las fuentes de ingresos para no depender de una sola. Al principio, el trabajo era voluntario. Ahora, tenemos una periodista a tiempo parcial, y se le paga. A los columnistas, también se les paga, y la aspiración es pagarle a todo el mundo, porque nosotras todavía no estamos cobrando”.

Como parte de esos esfuerzos de diversificación, Todas también ha entablado colaboraciones con otros medios independientes, como el Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico (CPI), con el que han ofrecido talleres para periodistas sobre cobertura feminista y creado una unidad de investigación sobre temas de género. A principios de noviembre y en colaboración con el Miami Herald, publicaron la primera investigación producto de la nueva unidad, que reveló una bajísima tasa de convicción entre policías de Puerto Rico que habían sido detenidos por cargos de violencia doméstica en la última década. Como parte de esta investigación, el CPI tuvo que demandar al Negociado de la Policía de Puerto Rico para acceder a los datos públicos sobre cuántos de estos policías seguían activos y otra información acerca de cómo la agencia lidia con estos casos internamente. Tras un año en los tribunales, las reporteras consiguieron acceso a la información pública que confirmó una pobre implementación de las políticas de prevención de violencia doméstica en la Policía. (Nota: Yo también colaboro en historias con el CPI).

Esta colaboración no es casualidad, sino que obedece a una intención específica del CPI de compartir con otras organizaciones los recursos con los que cuenta gracias a su expansión en los últimos años. Cuando el huracán María desoló Puerto Rico, el CPI tenía 10 años de fundado como una organización sin fines de lucro para desarrollar el periodismo de investigación y promover el acceso a la información pública. “Antes del huracán, nosotros teníamos unas fuentes de financiamiento que nos habían permitido crecer. Aumentamos nuestro presupuesto de un año a otro, pero de una manera conservadora”, dice Carla Minet, directora ejecutiva del CPI. Pero “ninguno de nosotros hubiéramos considerado que estábamos preparados para responder a un evento como María y a la forma como el gobierno manejó este evento. Ese fue un momento de definición para el Centro”. 

No fue fácil. Primero, los reporteros del CPI —como la mayoría del país— tuvieron que centrarse en sobrevivir. En los días tras el huracán, trabajaron con acceso limitado a energía eléctrica y gasolina para sus carros y poca o ninguna cobertura de telefonía celular. Pero muchos seguían la información del CPI para entender cuáles eran las verdaderas necesidades del pueblo, mientras los líderes políticos negaban la magnitud de la emergencia. El gobierno local y el federal insistieron por semanas que el número de muertes asociadas al huracán no superaba los 70, pero los reportajes del CPI y otros medios locales hablaban de funerarias, crematorios y morgues trabajando a capacidad, y relataban las historias de personas que tuvieron que enterrar a sus familiares en los patios de las casas ante la falta de asistencia. Estos fueron los primeros indicios de que la cantidad de muertos —y de las necesidades de los sobrevivientes— eran mucho mayores a lo que se admitía oficialmente. Más adelante, el CPI trabajó en una investigación, en colaboración con Quartz y The Associated Press, que reveló que centenares habían muerto en las semanas posteriores al huracán María. Tras esa y otras investigaciones periodísticas y académicas, se entiende que cerca de 3,000 personas murieron por causas directa o indirectamente relacionadas con el huracán María y la deficiente respuesta posdesastre.

“Nosotros no vimos ese desastre como una oportunidad. Sin embargo, al pasar de los meses, empezamos a ver cómo muchas de estas organizaciones empezaron a encontrar en nuestras historias información valiosa –datos, estadísticas– que les permitían informar las decisiones de política pública o de distribución de fondos”, explica Minet. “Y varias fundaciones se acercaron al Centro para apoyar nuestro trabajo”.

Luego, llegó el Verano del 2019, cuando el CPI publicó un chat en el que el entonces gobernador Ricardo Rosselló y sus colaboradores más cercanos se burlaban de, entre otras cosas, el duelo por los muertos de María, y una historia sobre la corrupción en las entrañas de su gobierno. La información que reveló el CPI provocó un movimiento social que derrocó al gobernador Rosselló. Ahí llegó para el CPI un apoyo sin precedentes, con ciudadanos que organizaron campañas de recaudación de fondos de manera espontánea, sin coordinación oficial, y el respaldo continuado de organizaciones filantrópicas que impulsan proyectos periodísticos.

“El Centro empezó a recibir mucho reconocimiento internacional, premios y reconocimientos de distinto tipo que, a su vez, tuvieron la consecuencia de generar ingresos para el Centro, y pudimos armar un equipo de trabajo dedicado al desarrollo de la organización, estrictamente”, dice Minet. “No son periodistas. Se dedican a crear campañas, a buscar oportunidades de colaboración”.

Con tantas historias que contar en Puerto Rico y tanta necesidad de investigación y de periodismo de fiscalización, Minet dice que se hace cada vez más necesario compartir recursos, experiencias y buscar maneras de fortalecer el periodismo en el país. Por eso, además de la colaboración directa con Todas –un medio del que Minet dice que hace un trabajo “con mucha seriedad, con mucho rigor”–, en el CPI están entusiasmados por el resurgir de La Perla del Sur. 

Ambas redacciones tienen una historia de colaboración de más de seis años, que incluye la publicación de las historias del CPI en el periódico ponceño. Y, en 2016, el editor ejecutivo de La Perla del Sur, Omar Alfonso, publicó en conjunto con el CPI una investigación que documentó los graves efectos para la salud de comunidades del sur de la isla y de la vecina República Dominicana por su exposición a las cenizas que produce la planta de carbón AES en la costa sur de Puerto Rico. Alfonso obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico, por ese trabajo.

Él asegura que, ahora, con la reencarnación digital del semanario ponceño, el interés de los periodistas de La Perla del Sur es continuar ese trabajo fiscalizador, contar las historias sobre las comunidades que están fuera del radar de los grandes medios y buscar respuesta a sus preguntas y problemas. “Vamos a adoptar una agenda de ciudad, una agenda ambiental, proregión y propaís, y vamos a estar donde no haya nadie, donde no estén prestando atención, donde nos necesiten”, dice.